miércoles, 24 de febrero de 2016

¡TIERRA TRAGAME!



Los que tengan cierta edad como este modesto comunicador y mucho más jóvenes. Estoy seguro que les habrá sucedido situaciones, donde hay  momentos, no sabes lo  qué hacer, ya que la metedura de pata es meridiana, siendo  aplicable el dicho  de ¡Tierra trágame!
Quiero compartir con todos ustedes, una anécdota que me ocurrió en los que se dieron todos los condicionantes expuestos.
Les cuento. Recuerdo que era domingo, día soleado, muy frio, prestaba servicio como Policía Local. Serían aproximadamente las diez de la mañana. Cuando un amigo tras el pertinente saludo, los clásicos comentarios hacia el tiempo, el contradictorio” Que fresco hace esta mañana”. Paradoja de los andaluces que al frio le llamamos fresco.
Bien, después de saludarnos, mi amigo me invita a tomar un café. La  verdad, se apetecía un café bien calentito.
Entramos al bar, observo a una conocida desayunando en una de las mesas, sola, pero evidentemente por los servicios que figuraban en la mesa, estaba acompañada y por deducción pensé que por su esposo, conocido y amigo personal.
 El individuo en cuestión es persona fornida, supera el metro ochenta y anchas espaldas. En el camino hacia la barra, me lo encuentro pero vuelto hacia mi  frente.
Ni corto ni perezoso, como reitero había confianza, le golpeo en sus anchos lomos, dos buenos tortazos, reconozco que sabiendo de su fortaleza, me excedí un tanto en la energía.
Hete aquí, cuando el golpeado se gira, descubro que no era quien yo creía que era. La cara del señor era mitad de sorpresa, mitad de enfado. Pienso ¿Qué opinaría el buen hombre, cuando un policía sin conocerle de nada, le da dos buenos tortazos? No sé qué cara se me quedo, pero estoy seguro que parecería un poema.
 Tras un breve espacio donde ninguno de los dos articulamos palabra, me salió un entrecortado “Usted perdone me he equivocado”, el buen hombre no atinaba a decir nada. Fue cuando la señora de él, que había presenciado la escena, desde una mesa cercana, con habilidad y mucha  gracia, me espeta, “Hombre claro que se ha equivocado, no creo yo que en este pueblo los municipales vayan dando golpes a los desconocidos”.
En esos instantes sale desde los aseos, quien yo creía que era. Les aseguro que no se parecía a mi golpeado en nada, ahora bien sus contexturas físicas eran como dos gotas aguas.
Para colmo el amigo que me acompañaba y perdonen la expresión, es un cachondo mental, comenzó a reír y es de los que ríe de manera ostentosa y que hace contagiar al resto. La escena de sainete propio de los hermanos Álvarez Quintero.
El café estaba bien calentito, pero no fue óbice, para que lo consumiera en un  pis pas  y tomará la puerta como el canelo.
En aquellos momentos desee que la tierra me hubiese tragado.




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