domingo, 2 de abril de 2017

Inquilinos empadronados. Un artículo de Salvador Delgado Moya



            


            Es curioso, como este pueblo es un referente de acogimiento.
            ¿Y porqué aquí? ¿Es que este lugar, tiene algún encanto especial? ¿Serán las vistas, que son privilegiadas?

            Yo, un día tuve que dejar la tierra que me vio nacer y adaptarme a estas, que me dieron el calor necesario para fortalecer raíces y vivir adaptándome a su idiosincrasia y a su jerga cotidiana. El motivo, siempre el mismo, el amor…
            Pero no quiero hablarles de mí, sino de una historia de amor de unos personajes que nos acompañan desde hace poco tiempo.

            Cuando los vi, la mañana era fría, el rocío hace presencia por doquier, pero éramos conscientes que el levante suave cambiaría el semblante mañanero.
            Desde su humilde morada y sin un colchón mullido, disfrutaban de un paisaje nuevo, descubriendo recovecos llenos de encanto, que a priori, no tiene una importancia relevante para el oriundo.  
  
            Aquel día, ella estaba especialmente guapa;  hacía apología de su feminidad y de la belleza natural, aderezada con toques de coquetería y protagonismo. Sin alardes de altivez y con poses extremadamente naturales.
            Él, por el contrario, se sentía un poco inquieto y dubitativo ante la situación actual, con brotes de nerviosismo por el desconocimiento de la rutina. Sólo bastaron unos simples arrumacos entre ambos para pasar de la incomodidad a la tranquilidad y el sosiego.
            Ha pasado muy poco tiempo y siempre que puedo me fijo en ellos. ¡Es digno de admiración!

            Se intuye la complicidad entre ambos, cualquier movimiento es considerado favorable para el otro, el contacto se produce a sabiendas que están siendo observados, pero les da igual; la pureza de sus sentimientos  no hacen daño a nadie y estructuran divinamente lo que es la vida en compañía, los sentimientos mutuos y el derroche de complicidad.
            ¡Eso es el amor! Eso es vencer los miedos, las críticas y las trabas, a base de ofrecer las interioridades  a cambio de sensaciones que interactúan implícitamente con la felicidad.

            Desde las alturas se divisa mejor a la gente, su ir y venir, sus costumbre y sus tradiciones. Yo creo que este lugar tiene algo que te embauca y te hipnotiza para siempre, y creo que sé lo que es… ¿Habrán venido por la paleta de colores de su entorno? ¿Pudiera ser su olor a azahar, percibiendo la querencia de sus huertas? ¿Pudiera ser su apego a las aguas que discurren por su río, para regar ilusiones y esperanzas? ¿Pudiera ser su Semana santa, para demostrar la devoción de los sentimientos? ¿Pudiera ser sus fiestas, para demostrar el divertimento?, ¿Pudiera ser…Tesorillo?

            Nuestra pareja ni habla, ni pregunta, ni se queja, ni responde. Solamente están dónde, cuándo, cómo y porque quieren.
            ¡Bienvenidos sean ustedes!
            ¡Para cualquier cosa, ya saben dónde nos tienen!
            ¡Que sean muy felices!
            Casi todos hemos pasado al lado de ellos y no hemos sido conscientes de su presencia, pues cuando salgas del pueblo dirección al Secadero, gírate a la izquierda, sobre una torreta de luz que hay, y podrás contemplar la majestuosidad, la belleza y la hermosura de esa pareja de cigüeñas, que  con su presencia, hacen que este rinconcito sea aún, más bonito de lo que es.

            Grullas y patos cuchichean de vuestra llegada; jilgueros y golondrinas hablan de boda a la vista; chamarines y ruiseñores buscan lugar para el banquete y hasta las campanas de la iglesia repican con otra intensidad desde que estáis aquí.
            Que vuestra unión perdure por muchos años y pronto podamos escuchar el crotoreo de vuestra descendencia por estos benditos lares.
            ¡¡¡Bienvenidas CIGÜEÑAS!!!

                                               
                                                                                  Fdo. Salvador Delgado Moya
           
             

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